Hoy en día la mayoría de jóvenes comienzan su vida sexual desde temprano a pesar de las prohibiciones de sus padres y la doble moral de una sociedad que los censura pero no los educa sexualmente; esto obliga a los chicos y chicas, más a ellas que a ellos, a ocultar sus expresiones y sentimientos sexuales, lo que combinado con una pobre educación sexual, los puede llevar a disfunciones que les causan frustración.
No es extraño ver a un chico que compre a
escondidas una pastilla para la erección, o a su novia que “se aguante” un
dolor en sus relaciones sexuales, porque no tienen posibilidad de hablar
libremente de lo que les aqueja.
Los mayores se sorprenden cuando los
sexólogos asegurar que los jóvenes también pueden presentar disfunciones
sexuales. Las causas físicas en la juventud no son tan frecuentes como en los
adultos, pero sí predominan otros factores de tipo psicológico asociados al
miedo, la inseguridad, la falta de conocimiento acerca del propio cuerpo y el
cuerpo de la pareja, el ambiente poco adecuado para la intimidad y la presión
del medio, entre otros.
Los hombres menores de 25 años consultan especialmente por eyaculación
precoz, defunción eréctil y ansiedad relacionada con el tamaño
de su pene o su desempeño sexual. Mientras que las mujeres del mismo rango de
edad acuden al médico para consultar por “frigidez” o ausencia de excitación,
anorgasmia y dolor en las relaciones sexuales.
Más de un jovencito o jovencita creen tener un padecimiento sexual, cuando lo que sucede es que desconocen la respuesta sexual, la manera como deben excitarse o excitar a su pareja, o los tiempos que cada uno necesita para lograr un encuentro pleno para ambos.
Muchas son las situaciones que viven los
jóvenes en su sexualidad y pueden afectar sus relaciones de pareja.
Algunas de ellas son: los afanes, las caricias escasas, un lugar que no es
propicio para la intimidad, el temor a ser sorprendido por los padres, los
prejuicios que hacen creer que ellos son los que saben de sexo y que ellas se
dejan enseñar, la falta de previsión para evitar embarazos o infecciones y la
costumbre de mezclar el alcohol o las drogas con el sexo.
Por eso es fundamental que los jóvenes
puedan hablar de sexo con naturalidad y sin miedos, ojalá con sus padres, con
sus maestros o con el personal de salud de su colegio o universidad. Educar
sexualmente no es fomentar la promiscuidad ni empujar a los jóvenes a “probar”
el sexo.
Una buena formación sobre la respuesta sexual y la prevención de embarazos e infecciones transmitidas sexualmente, permitirá que la juventud nuestra viva su sexualidad de manera más responsable y placentera que las generaciones anteriores
Jorge Ivan Hernandez Reyes
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